lunes, 9 de noviembre de 2015



La Puntualidad


Al Padre Pascual le estaban haciendo su cena de despedida por 25 años de trabajo en una Parroquia. Un político miembro de la comunidad fue invitado para dar un breve discurso. Como el político tardaba en llegar, el sacerdote decidió decir unas palabras él mismo para llenar el tiempo.

"Mi primera impresión de la Parroquia la tuve con la primera confesión que me tocó escuchar. Pensé que me había enviado el Obispo a un lugar terrible, ya que la primera persona que se confesó me dijo que se había robado un televisor, que les había robado dinero a sus papás, había robado también en la empresa donde trabajaba, además de tener aventuras sexuales con la esposa de su jefe.

También en ocasiones se dedicaba al tráfico y a la venta de drogas. Y para finalizar, confesó que le había trasmitido una enfermedad venérea a su propia hermana. Me quedé asombrado, asustadísimo...

Pero cuando transcurrió un tiempo, fui conociendo más gente y vi que no eran todos así, vi una parroquia llena de gente responsable, con valores, comprometida con su fe. Y así he vivido los 25 años más maravillosos de mi sacerdocio".

Justamente en este momento llegó el político, por lo que se le dio la palabra… Pidió disculpas por llegar tarde y empezó a hablar diciendo:

"Nunca voy a olvidar el primer día que llegó el Padre Pascual a nuestra Parroquia….. De hecho, tuve el honor de ser el primero que se confesó con él…"

Enseñanza.- Nunca llegues tarde…… ¡¡ La puntualidad es un hábito valioso !!



viernes, 16 de octubre de 2015





El Príncipe que fue coronado rey

Había una vez un poderoso rey que tenía tres hijos. Dudando sobre quién debía sucederlo en el trono, envió a cada uno de ellos a gobernar un territorio durante cinco años, al término de los cuales deberían volver junto a su padre para mostrarle sus logros.

Así marcharon los tres, cada uno a su lugar, alegres por poder ejercer como reyes. Pero al llegar descubrieron decepcionados que tan sólo se trataba de pequeñas villas con un puñado de aldeanos, en las que ni siquiera había un castillo.

Seguro que a mis hermanos se les han dado reinos mayores, pero demostraré a mi padre que puedo ser un gran rey se dijo el mayor. Y juntando a los pocos habitantes de su villa, les enseñó las artes de la guerra para formar un pequeño ejército con el que conquistar las villas vecinas. Así, su pequeño reino creció en fuerza y poder, y al cabo de los cinco años había multiplicado cien veces su extensión. Orgulloso, el joven príncipe reunió a aquellos primeros aldeanos, y viajó junto a su padre.

Seguro que a mis hermanos se les han dado reinos mayores; sin duda mi padre quiere probar si puedo ser un gran rey pensó el mediano. Y desde aquel momento inició con sus aldeanos la construcción del mayor de los palacios. Y tras cinco años de duro trabajo, un magnífico palacio presidía la pequeña aldea. Satisfecho, el joven príncipe viajó junto a su padre en compañía de sus fieles aldeanos.

Seguro que a mis hermanos se les han dado reinos mayores, así que la gente de esta aldea debe de ser importante para mi padre pensó el pequeño. Y resolvió cuidar de ellos y preocuparse por que nada les faltara. Durante sus cinco años de reinado, la aldea no cambió mucho; era un lugar humilde y alegre, con pequeñas mejoras aquí y allá, aunque sus aldeanos parecían muy satisfechos por la labor del príncipe, y lo acompañaron gustosos junto al rey.

Los tres hermanos fueron recibidos con alegría por el pueblo, con todo preparado para la gran fiesta de coronación. Pero cuando llegaron ante su padre y cada uno quiso contar las hazañas que debían hacerle merecedor del trono, el rey no los dejó hablar. En su lugar, pidió a los aldeanos que contaran cómo habían sido sus vidas. Así, los súbditos del hijo mayor mostraron las cicatrices ganadas en sus batallas, y narraron todo el esfuerzo y sufrimiento que les había supuesto extender su reino. El hermano mayor sería un rey temible, fuerte y poderoso, y se sentían orgullosos de él.

Los súbditos del mediano contaron cómo, bajo el liderazgo del príncipe, habían trabajado por la mañana en el campo y por la tarde en la obra para construir tan magnífico palacio. Sin duda sería un gran rey capaz de los mayores logros, y se sentían orgullosos de él.

Finalmente, los súbditos del pequeño, medio avergonzados, contaron lo felices que habían sido junto a aquel rey humilde y práctico, que había mejorado sus vidas en tantas pequeñas cosas. Como probablemente no era el gran rey que todos esperaban, y ellos le tenían gran afecto, pidieron al rey que al menos siguiera gobernando su villa.

Acabadas las narraciones, todos se preguntaban lo mismo que el rey ¿Cuál de los príncipes estaría mejor preparado para ejercer tanto poder? Indeciso, y antes de tomar una decisión, el rey llamó uno por uno a todos sus súbditos y les hizo una sola pregunta:

Si hubieras tenido que vivir estos cinco años en una de esas tres villas, ¿cuál hubieras elegido? Todos, absolutamente todos, prefirieron la vida tranquila y feliz de la tercera villa, por muy impresionados que estuvieran por las hazañas de los dos hermanos mayores.

Y así, el más pequeño de los príncipes fue coronado aquel día como el más grande de los reyes,

Enseñanza.- La grandeza de un gobernante se mide por el afecto de su pueblo, por la transcendencia de sus obras y en los valores que supo encarnar durante su gestión y poniéndola al servicio de los demás.

viernes, 18 de septiembre de 2015







La excursión

Susana era una niña lista y tímida. Pero como no veía muy bien, llevaba gafas desde que podía recordar; y también desde que podía recordarlo, algunos de sus compañeros de clase se metían con ella y se burlaban de sus gafas de grandes cristales; y había sido el insoportable Luis el que empezó a llamarla Cuatro Ojos, y como era un chico muy popular en la clase, todo el mundo terminó conociéndola por Susana Cuatro Ojos. Ella hacía como que no le importaba, pero realmente no le gustaba nada.

Cierto día hicieron una excursión con el colegio para visitar unas cuevas muy famosas. Todos caminaban en fila india, cuando Luis resbaló y metió el pie en un agujero. En su caída sólo pudo agarrarse a Susana, que caminaba a su lado, y ambos resbalaron durante un buen rato hasta que fueron a parar a una gran caverna. 

Estaba muy oscuro, y sólo se veía un rayito de luz procedente del techo de la caverna, muchos metros por encima, y algunas raíces y troncos que habrían caído por aquella apertura. Llamaron a voces y gritos, pero nadie acudió. Agazapados y muertos de frío, pasaron una noche oscurísima dentro de la cueva.

A la mañana siguiente, seguían sin haberles encontrado, y sólo el pequeño rayo de luz les dejó ver algo. Luis aprovechó para gritar con más fuerza y tratar de buscar alguna salida, pero no consiguió nada en horas, y empezó a sentir miedo. Debía ser mediodía, porque entonces Susana vio que el rayo entraba recto, directamente hasta el suelo. Rápidamente fue hacia él tomando uno de los troncos, y haciendo una lupa con sus gafas, convirtió aquel rayito en una pequeña llama que encendió la antorcha. 

Luis, sorprendidísimo y emocionado, tomó algunos troncos y juntos comenzaron a explorar la cueva. Tardaron algún tiempo y quemaron unos cuantos troncos, pero finalmente encontraron una salida. Entre abrazos y gritos de alegría, Luis le dio mil gracias a Susana. Él sabía que no le gustaba nada que le llamara "Cuatro Ojos", y ahora se arrepentía de haberla llamado así, sobre todo después de que gracias a aquellas gafas hubieran podido salir de allí...

Así que cuando por fin vieron a todos los que les buscaban, incluida la policía, y los periodistas les abordaron con preguntas, Luis se adelantó y dijo: ¡Qué suerte he tenido! ¡No podía tener mejor compañera de aventuras que Susana Rayo Láser! Así comenzó a contar la historia, y desde aquel día, no hubo ningún otro "cuatro ojos" en aquel colegio. Eso sí, no preguntes por los "Rayo Láser", porque hay unos cuantos.

Enseñanza.- No hacer burla de los rasgos o deficiencias físicas; todos dan lo mejor que tienen, y muchas veces personas con limitaciones nos sorprenden con sus conocimientos y habilidades como en esta historia.

lunes, 13 de julio de 2015



Abuelos contra marcianos


Hubo una vez en la historia de la humanidad, que se jugaba su futuro en un gran partido de fútbol. Era la última oportunidad que nos habían dado los extraterrestres antes de invadirnos. Solo unos pocos equipos formados por los mejores jugadores de los mejores clubes del mundo se ofrecieron a salvarnos. Bueno, esos, y un equipo de abueletes, tan viejecitos y despistados que ni ellos mismos sabían cómo habían acabado apuntados en la lista. Y como suele pasar con estas cosas, fue el equipo que salió elegido en el sorteo.

De nada sirvieron las quejas de los gobernantes, las manifestaciones por todo el mundo o las amenazas. Los marcianos fueron tajantes: el sorteo fue justo, los abuelos jugarían el partido, y su única ventaja sería poder elegir dónde y cuándo.

Todos odiaban a aquellos abuelos viejos, despistados y entrometidos, nadie quiso prepararlos ni entrenar con ellos. Solo sus nietos disculpaban su error, los seguían queriendo y acompañando, así que su único entrenamiento consistió en reunirse en coro con ellos para escuchar una y otra vez sus viejas historias y aventuras. Después de todo, aquellas historias les encantaban a los chicos, aunque les parecía imposible que fueran verdad viendo lo arrugados y débiles que estaban sus abuelos.

Solo cuando los marcianos vinieron a acordar el sitio y el lugar, el pequeño Pablo Sacristan, el nieto de uno de ellos, tuvo una idea: Jugaremos en el Maracaná. Mi abuelo siempre habla de ese estadio. Y lo haremos en 1960. ¿En 1960? ¡Pero eso fue hace más de 50 años! Replicaron los marcianos. ¿Vais a invadir la tierra y no tenéis máquinas del tiempo? ¡Claro que las tenemos! - dijeron ofendidos. Mañana mismo haremos el viaje en el tiempo y se jugará el partido. Y todos podrán verlo por televisión, el Internet y la tablet.

Al día siguiente se reunieron los equipos en el estadio del Maracaná. A la máquina del tiempo subieron los fuertes y poderosos marcianos, y un grupito de torpes ancianos. Pero según pasaban los años hacia atrás, los marcianos se hacían pequeños y débiles, volviéndose niños, mientras a los abuelos les crecía el pelo, perdían las arrugas, y se volvían jóvenes y fuertes. Ahora sí se les veía totalmente capaces de hacer todas las hazañas que contaban a sus nietos en sus historias.

Por supuesto, aquellos abuelos sabios con sus antiguos y fuertes cuerpos dieron una gran exhibición y aplastaron al grupo de niños marcianos sin dificultad, entre los aplausos y vítores del público…….. Cuando volvieron al presente, recuperaron su aspecto arrugado, despistado y torpe, pero nadie se burló de ellos, ni los llamó viejos. En vez de eso los trataron como auténticos héroes. Y muchos se juntaban cada día para escuchar sus historias porque todos, hasta los más burlones, sabían que incluso el viejecito más arrugado había sido capaz de las mejores hazañas.

Enseñanza.- Esta historia nos enseña a aprender a tolerar los fallos de los abuelos recordando que ellos también fueron jóvenes y audaces, por lo tanto merecen nuestra admiración

lunes, 22 de junio de 2015


Los Talentos

Hubo una vez dos niños de una inteligencia y capacidad increíbles. Desde pequeños demostraron grandes habilidades, superando ampliamente a cuantos les rodeaban. También desde pequeños ambos se dieron cuenta de ello, y albergaban internamente el deseo de que en un futuro todos reconociesen su valía. Los dos, sin embargo, crecían de forma distinta. El primero utilizó toda su habilidad e inteligencia para desarrollar una carrera meteórica y mostrar a todos su superioridad: participaba y vencía en todo tipo de concursos, frecuentaba todas las personas y lugares importantes y era magnífico haciendo amigos entre la gente influyente. Aún era muy joven cuando ya nadie dudaba de que algún día sería la persona más sabia e importante del país.

El segundo, sabedor también de sus capacidades, no dejaba de sentir una gran responsabilidad. Hacía casi cualquier cosa mejor que quienes le rodeaban, y se sentía obligado a ayudarles, así que apenas podía dedicar tiempo a sus sueños de grandeza, tan ocupado como estaba siempre buscando soluciones y estudiando nuevas formas de arreglarlo todo. Así que era una persona querida y famosa, pero sólo en su pequeño pueblo.

Quiso el destino que una gran tragedia azotara aquel país, llenándolo de problemas y miseria. El primero de aquellos brillantes jóvenes nunca se había visto en una situación así, pero sus brillantes ideas se aplicaron con éxito en todo el país y consiguieron paliar un poco la situación. En cambio el segundo, acostumbrado a resolver todo tipo de problemas, y con unos conocimientos muy superiores, consiguió que en su región apenas se notara aquella tragedia. Ante aquel ejemplo tan admirable, en todas partes adoptaron sus soluciones, y su fama de hombre bueno y sabio se extendió aún más que la del primero, llegando pronto a ser propuesto y elegido para gobernar el país.

El primero de aquellos grandes hombres de increíble inteligencia comprendió entonces que la mejor fama y sabiduría es la que nace de las propias cosas que hacemos en la vida, de su impacto en los demás y de la exigencia por superarnos cada día. Cuentan que nunca más participó en concurso alguno ni volvió a hacer demostraciones vacías, y que desde entonces siempre iba acompañado por sus libros, dispuesto a echar una mano a todos.


Enseñanza.- Nuestros mejores talentos son al mismo tiempo un don y una responsabilidad para con los demás, no una mera ventaja para nosotros mismos.

martes, 19 de mayo de 2015



El Bosque

Durante un tiempo fui vecino de un médico cuyo pasatiempo era plantar árboles en el enorme patio de su casa. Desde mi ventana veía cómo día a día los plantaba. Lo que más me llamaba la atención era que no regaba los arbolitos. Tanta era mi curiosidad que fui a preguntarle.

Me dijo que si regaba sus arbolitos, las raíces se acomodarían en la superficie y quedarían siempre esperando el agua que él diariamente les daba. Al no regarlos, éstos tardarían más en crecer, pero sus raíces se verían obligadas a profundizar en la tierra en busca del agua y de los nutrientes que se encuentran en las capas más profundas del suelo.

Así, los árboles tendrían raíces profundas y serían más resistentes. Al cabo de un tiempo fui a vivir a otro país, cuando después de varios años regresé a mi antigua casa, noté que mi vecino había cumplido su sueño, tenía un hermoso bosque.

De pronto llegó el rigor del invierno y en un día en el que el tiempo hace aire fuerte, cuando todos los árboles de la calle estaban arqueados por el viento, pude notar la solidez de los árboles de mi vecino, que casi ni se movían.

Las adversidades por las cuales aquellos árboles habían pasado, al ser privados de agua, les había beneficiado mucho más, que el confort o un trato mucho más delicado. Todas las noches antes de ir a acostarme doy siempre una mirada a mis hijos. Les observo y veo cómo ellos van creciendo.

La mayoría de las veces, le pido a Dios que sus vidas sean fáciles, para que no sufran las dificultades y agresiones de este mundo, pero, ver el bosque tan firme, me ha llevado a reflexionar.

De ahora en adelante pediré a Dios que mis hijos crezcan con raíces profundas; para que se fortalezcan y puedan enfrentarse a las circunstancias y los sinsabores de la vida.

Enseñanza.- Siempre pedimos que las cosas sean fáciles, pero en verdad lo que necesitamos es pedir que en nuestro interior se formen raíces fuertes y profundas; de tal modo, que cuando las tempestades lleguen, sin previo aviso y los vientos helados soplen, seamos capaces de resistir en lugar de ser derrotados y destruidos como lo son los árboles sin raíces profundas”.



lunes, 11 de mayo de 2015





 

La planta carnívora y el carnicero

Flora era una planta carnívora, pero carnívora de verdad, que vivía en un supermercado junto al puesto de Paco, su gran amigo carnicero. Paco la trataba con cariño y atención y siempre tenía algún trocito de carne que darle al final de cada día. Pero un día, Flora no recibió su ración de carne, y al día siguiente tampoco, y empezó a preocuparse tanto, que decidió espiar a Paco.

Así fue como descubrió que el carnicero no le daba nada de carne porque guardaba grandes trozos en una gran caja amarilla. Haciéndose la despistada, Flora llegó a pedirle un poco de aquella comida guardada en la caja, pero Paco respondió muy severo que no, y añadió:

¡Ni se te ocurra, Flora! No se te ocurra tocar la carne de esa caja. La planta se sintió dolida, además de hambrienta, y no dejaba de pensar para quién podría estar reservando el carnicero aquellas delicias. Con sus malos pensamientos se fue llenando de rabia y de ira, y aquella misma noche, cuando no quedaba nadie en la tienda, llegó a la caja, la abrió, y comió carne hasta ponerse morada...

A la mañana siguiente, justo cuando llegó Paco para descubrir el robo, Flora comenzó a sentirse fatal. Su amigo le preguntó varias veces si había sido ella quien había cogido la carne, y aunque comenzó negándolo, viendo la preocupación y el nerviosismo del carnicero, decidió confesar.

¿Pero qué has hecho, imprudente? estalló Paco ¡¡Te dije que no la tocaras!! ¡Toda esa carne estaba envenenada!! Por eso llevo días sin poder darte apenas nada, porque nos enviaron un cargamento estropeado...

A la carrera, tuvieron que ir a buscar un quimijardioveterinario con un invernadero-hospital que pudo por poco salvar la vida de Flora, quien se pasó con grandes dolores de raíces y cambios de colores en las hojas durante las siguientes dos semanas. El susto fue tanto para todos, pero al menos la planta aprendió que obedecer las normas puestas por quienes más nos quieren, es mucho más seguro que obrar por nuestra cuenta sin más.

Enseñanza.- Detrás de todas las órdenes dadas por quienes más nos quieren siempre está la intención de ayudarnos y protegernos, aunque pueda parecernos que no es así.