lunes, 30 de marzo de 2015





El Hilo rojo del destino

Dedicado a todas las parejas que desean con todo amor tener un hijo y que están a la espera de la tan llegada ilusión.

Cuenta la historia que en la china antigua, un alto funcionario llamado Wu quién, después de Díez años de casado, no tenía ningún hijo. Preocupado por el tema, el matrimonio acudió a todo tipo de sabios y medicinas milagrosas, pero ningún niño les nació. Una noche, pensando en el problema, el funcionario no pudo dormir y se fue a pasear por el parque que estaba detrás de la casa, donde se veía la luna llena, tan redonda como un plato.

El hombre sintió un escalofrío al recibir el viento fuerte nocturno y decidió volver a casa cuando, de repente, observo una figura humana sentada en el fondo del parque. El funcionario quiso asegurarse y se acercó, vio a un anciano que leía, con la espalda apoyada en un saco. El libro era muy grande y la escritura parecía huellas de insecto. Lleno de curiosidad el funcionario Wu pregunto al viejo qué clase de libro era.

El anciano levantó la cabeza. Tenía las mejillas rosadas a pesar de la gélida invernal que le rodeaba. Sonrió y dijo: No lo vas a entender porque no es un libro mortal. ¿Pues qué libro es? Pregunto el funcionario. Es un libro del cielo, de los dioses. Entonces se dio cuenta de que tenía delante de el a un inmortal y le pregunto: Si usted es del otro mundo ¿qué hace por aquí? El anciano miro a su alrededor y contesto:

Porque nos ocupamos de los hombres. Venimos a la tierra a dar una vuelta de vez en cuando y en mi caso, lo suelo hacer en las noches de luna llena, ya que mi nombre oficial es anciano de la Luna. El funcionario, que cada vez sitio más curiosidad, decidió investigar todo lo que pudiera: ¿Cuál es su ocupación? Me encargo de emparejar padres e hijos contesto. Encantado por aquella coincidencia, el joven quiso aprovechar la ocasión y le contó su desgracia. Al final dijo:

Ayer el médico de la corte le dio a mi esposa una bola condensada de hierbas eficientes ¿usted cree que dará resultado? El anciano miro detenidamente en su libro durante mucho rato y luego contesto: No lo creo. Tu hija ya ha nacido, porqué lo he escrito en mi libro. Tiene cinco meses y cuando tenga cuatro años, se reunirá con vosotros. El joven se quedó perplejo y entonces se fijó en el saco en el que el anciano se apoyaba y le pregunto:

¿Que lleva usted en el saco? El anciano contesto: Hilos rojos para atar las muñecas de los padres y los hijos. Esto no se ve en la vida mortal, pero una vez están atados ya no pueden separarse. Están unidos desde que nacen y para nada cuenta la distancia que los separe o que sus familias sean enemigas, o su posición social. Tarde o temprano se unirán. He visto que tú y tu esposa ya estáis unidos a vuestra futura hija, así que no hay nada que hacer salvo esperar.

¿Pero dónde está mi futura hija? ¿Qué hace su familia? pregunto e inquieto el funcionario. No está lejos de aquí Es la niña que esta con la verdulera del mercado del pueblo contesto el anciano tranquilamente. Ja, Ja Ja, ¡Qué tontería dice usted! mi familia es noble y yo soy un alto funcionario de la corte ¿cómo voy a tener una hija de la vendedora de coles chinas? Riéndose a carcajadas, el joven regreso a casa a dormir.

Pero al día siguiente cuando recordó lo que había ocurrido la noche anterior, el funcionario pensó si fuese verdad lo que dijo el anciano de la Luna? Muy inquieto, el funcionario mando a su criado a ver si en el mercado realmente había tal verdulera y este volvió a todo correr diciendo que si estaba la vieja vendedora con un bebé en brazos vendiendo verduras. Ambas iban vestidas con harapos añadió el criado.

El joven funcionario sintió que la ternura se apoderaba de él y pensó pobre criatura, pero mi posición social no me permite tenerla entre mis brazos. Entro en su estudio, saco un collar de perlas de jade y se lo entrego a su criado dáselo a la vendedora para que compre ropa y comida a la niña. Dile que se vallan de allí, cuanto más lejos mejor.

Transcurrieron tres años y el matrimonio Wu continuaba sin tener hijos. Impresionado por su inteligencia y habilidad el ministro le ofreció a una de su hija en adopción. Era una niña hermosa y de buena cuna. El matrimonio Wu la acepto con lágrimas en los ojos. Por la noche, antes de acostarla de repente descubrió, en el cuello de la niña el collar de perlas de jade que le dio a la vendedora de verduras hace varios años ¿porque lo lleva mi hija?

Al día siguiente Wu se lo comento al ministro y este le conto que en realidad esta niña no era hija suya sino de su hermano que murió, junto con su esposa, en una inundación hace cuatro años. Como yo estaba en una ciudad fronteriza cumpliendo mis deberes se la llevo su nodriza que se había convertido en una vendedora de verduras al perder el trabajo en casa de su hermano. Hace más de tres años un hombre bondadoso le dio ese collar de jade. La nodriza lo considero un objeto de suerte, se lo colgó en el cuello de mi sobrina y le puso el nombre de Yu Er, la niña de jade.

Al oír estas palabras el funcionario Wu exclamo que extraño es el destino y fue corriendo a contárselo a su esposa. Al saber la verdad, la mujer quiso conocer al anciano de la luna y acudía al parque todas las noches de luna llena durante mucho tiempo hasta que una noche, cuando la luz de la luna llena alumbraba como si fuera de día, el anciano apareció con su libro y su saco de hilos rojos.

La mujer se acercó a todo correr y le hizo una reverencia: Señor de mi alma, estoy tan agradecida por la niña que nos ha dado usted que no podría vivir tranquila si no le diera las gracias. Pero confeso la mujer en este mundo hay muchas mujeres como yo que sufren la desgracia de no tener hijos ¿porque no las une a todas con su hilo rojo mágico con los niños sin familias? Mujer de corazón, el amor materno es el más grandioso de todo: ¡tú deseo será cumplido!

Desde entonces, el matrimonio Wu con su hija vivieron felizmente. Y muchísimos años después en la capital del país apareció una casa que se llamaba CCAA O CASA CHINA DE ADOPCION Y ACOGIMIENTO. Se dice que el viejo Anciano de la luna les dio los hilos rojos para que aten a las personas que quieran hijos a los niños que no tengan familia.

viernes, 20 de marzo de 2015




El Lobo y el Perro

Un lobo que se encontraba hambriento y a estas alturas muy flaco casi huesos, se encontró a un perro gordo y sano, que andaba recorriendo el bosque. Atacarlo y comerlo hubiera sido lo correcto para el lobo, pero la realidad es que hubiera sido también, una pelea feroz, con un enemigo bien dotado.

El Lobo se le acerca para dialogar y alagar lo bien que se lo veía, a lo que el perro respondió: No estas tan bien como yo, porque no quieres, deja el bosque y a tus amigos. Sígueme y tendrás una vida excelente. Y el lobo preguntó:

¿Y qué tendré que hacer?

Casi nada, dijo el Perro: atacar a quien ponga en peligro al amo; querer a los dueños de casa, y siempre complacerlos. Con algo tan simple como eso que te digo, tendrás las sobras de todas las comidas, huesos de pollos, carne fresca, frutas y verduras; y también cariño, como un elemento extra.

El Lobo, se sintió feliz y lleno de gozo. Mientras caminaban hacia la casa del amo del perro, el lobo se dio cuenta que el perro tenía en el cuello una cicatriz.

¿Qué es eso? preguntó.

Nada

¡Cómo nada!

Una tontería

Pero algo es, esa peladura en el cuello

Será la señal del collar con el que a veces estoy atado.

¡Atado! exclamó el lobo

¿Tú no vas y vienes a donde quieres?

No siempre, pero eso, ¿qué importa?

Importa tanto, que no quiero ni el más grande de los tesoros, por renunciar a mi libertad, Terminó de decir el lobo, y se alejó corriendo, sin mirar atrás.

Enseñanza.- El Don más preciado del hombre es la libertad, y siempre hay que luchar para conservarla, aunque cueste mucho esfuerzo. Ningún halago de la fortuna se compara con el hecho de ser libre, Vale más el duro trabajo en libertad, que el placer en esclavitud.



lunes, 9 de marzo de 2015



La princesa Paola

Hubo una vez una princesa llamada Paola increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes falsos que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados.

Y entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se explicó diciendo:
Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa Paola: es mi corazón. Y también es sincero, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún otro.

El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos.

Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego, y transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo importante.

Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa Paola salían encantados por su carácter y cercanía, y su sola presencia transmitía tal calor humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de fuego".

Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días.

Enseñanza.- Este cuento habla de que el verdadero amor es profundo y huye de la superficialidad y los caprichos. El amor verdadero, siempre busca el bien.

domingo, 1 de marzo de 2015





La isla de las dos caras

Cuente una antigua leyenda que la tribu de los mokokos vivía en el lado malo de la isla de las dos caras. Los dos lados, separados por un gran acantilado, eran como la noche y el día. El lado bueno estaba regado por ríos y lleno de árboles, flores, pájaros y comida fácil y abundante, mientras que en el lado malo, sin apenas agua ni plantas, se agolpaban las bestias feroces.

Los mokokos tenían la desgracia de vivir allí desde siempre, sin que hubiera forma de cruzar. Su vida era dura y difícil: apenas tenían comida y bebida para todos y vivían siempre aterrorizados por las fieras, que periódicamente devoraban a alguno de los miembros de la tribu.

La leyenda contaba que algunos de sus antepasados habían podido cruzar con la única ayuda de una pequeña pértiga, pero hacía tantos años que no crecía un árbol lo suficientemente resistente como para fabricar una pértiga, que pocos mokokos creían que aquello fuera posible, y se habían acostumbrado a su difícil y resignada vida, pasando hambre y soñando con no acabar como cena de alguna bestia hambrienta.

Pero quiso la naturaleza que precisamente junto al borde de la pendiente abrupta que separaba las dos caras de la isla, creciera un árbol delgaducho pero fuerte con el que pudieron construir dos pértigas. La expectación fue enorme y no hubo dudas al elegir a los afortunados que podrían utilizarlas: el gran jefe y el hechicero.

Pero cuando estos tuvieron la oportunidad de dar el salto, sintieron tanto miedo que no se atrevieron a hacerlo: pensaron que la pértiga podría quebrarse, o que no sería suficientemente larga, o que algo saldría mal durante el salto... y dieron tanta vida a aquellos pensamientos que su miedo les llevó a rendirse. Y cuando se vieron así, pensando que podrían ser objeto de burlas y comentarios, decidieron inventar viejas historias y leyendas de saltos fallidos e intentos fracasados de llegar al otro lado.

Y tanto las contaron y las extendieron, que no había mokoko que no supiera de la imprudencia e insensatez que supondría tan siquiera intentar el salto. Y allí se quedaron las pértigas, disponibles para quien quisiera utilizarlas, pero abandonadas por todos, pues tomar una de aquellas pértigas se había convertido, a fuerza de repetirlo, en lo más impropio de un mokoko. Era una traición a los valores de sufrimiento y resistencia que tanto les distinguían.

Pero en aquella tribu surgieron Renzin  y Oscarin, un par de corazones jóvenes que deseaban en su interior una vida diferente y, animados por la fuerza de su amor, decidieron un día utilizar las pértigas. Nadie se lo impidió, pero todos trataron de desanimarlos, convenciéndolos con mil explicaciones de los peligros del salto.

¿Y si fuera cierto lo que dicen? se preguntaba el joven Oscarin.
No hagas caso ¿Por qué hablan tanto de un salto que nunca han hecho? Yo también tengo un poco de miedo, pero no parece tan difícil -respondía Renzin, siempre decidido.
Pero si sale mal, sería un final terrible – seguía, Oscarin indeciso.
Puede que el salto nos salga mal, y puede que no. Pero quedarnos para siempre en este lado de la isla nos saldrá mal seguro ¿Conoces a alguien que no haya muerto devorado por las fieras o por el hambre? Ese también es un final terrible, aunque parezca que aún nos queda lejos.

Tienes razón, Renzin. Y si esperamos mucho, igual no tendríamos las fuerzas para dar este salto... Lo haremos mañana mismo y al día siguiente, Oscarin y Renzin saltaron a la cara buena de la isla. Mientras recogían las pértigas, mientras tomaban carrera, mientras sentían el impulso, el miedo apenas les dejaba respirar. Cuando volaban por los aires, indefensos y sin apoyos, sentían que algo había salido mal y les esperaba una muerte segura. Pero cuando aterrizaron en el otro lado de la isla, se abrazaron felices y alborotados, pensaron que no había sido para tanto.

Y mientras corrían a descubrir su nueva vida, pudieron escuchar a sus espaldas, como en un coro de voces apagadas: Ha sido suerte, Yo pensaba hacerlo mañana, ¡Qué salto tan malo! Si no llega a ser por la pértiga... Y comprendieron por qué tan pocos saltaban, porque en la cara mala de la isla sólo se oían las voces resignadas de aquellas personas sin sueños, llenas de miedo y desesperanza, que no saltarían nunca...

Enseñanza.- Hay que tratar de mejorar siempre, sin dejarnos vencer por el miedo de aquellos que nunca han intentado lo que pretendemos hacer.