EL REY Y SU ESCLAVO
Cuentan que un rey ascendió a su esclavo Ayaz a trabajar en labores administrativas y luego lo nombró su tesorero. Un día, los consejeros del rey le contaron que Ayaz estaba robando sus riquezas, ya que entraba demasiado a las bóvedas. El rey inicialmente no lo creyó, pero ante la insistencia de los consejeros, aceptó esconderse en la bóveda para pescar a Ayaz in fraganti. Así, el rey, en la bóveda, vio a Ayaz dirigirse a los tesoros y sacar una bolsa escondida. Esta bolsa contenía su ropa de cuando era esclavo. Ayaz tomó sus ropas, se vistió de esclavo y se miró al espejo diciendo: “Mira de dónde vienes y recuerda lo que tu rey ha hecho por ti. Sírvelo siempre con amor y reconoce su apoyo y confianza con tus actos”. En ese instante salió el rey, con lágrimas en los ojos, y le dijo: “Ayaz, hoy yo venía a darte una lección, pero la lección me la has dado tú a mí: una lección de lealtad”.
Lealtad es la capacidad de reconocer y valorar lo que las personas o instituciones hacen por uno, respetando los compromisos adquiridos.
Lealtad sin embargo, no significa seguir a ciegas a las personas cuando nos piden realizar actos que van en contra de nuestros principios. Lealtad no significa ser un “sí, señor”. Por el contrario, es tener la capacidad de expresar lo que pensamos, para así proteger a la institución de tomar un camino equivocado.
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